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Si los problemas en las ciudades son abundantes, por un momento imaginemos que ocurrirá con el campo y sus moradores, en especial los que habitan el llamado periurbano, que son los sectores rurales que están más cerca de las ciudades. Estos sufren a diario todo tipo de problemas, que van desde el pésimo estado de las vías, hasta recibir en mayor parte los efectos del cambio climático con los fuertes veranos y las torrenciales lluvias cuando llega la temporada invernal, lo cual coloca en riesgo su sobrevivencia al afectar sus monocultivos. Aunado a lo anterior, es preciso mirar los bajos indicadores socioeconómicos de estas zonas comparados con las ciudades, mostrando una desigualdad latente que debe ser atendida.
Sin embargo, en las ciudades también se afrontan serios problemas que tienen que ver en gran parte con el campo, uno de ellos es el riesgo en la salud pública que se esta generando, cada día con mayor frecuencia, por el consumo de alimentos procesados; como también por el bajo consumo de frutas y verduras con la particularidad que la gran mayoría de ellas están impregnadas y producidas bajo una gran cantidad de agrotóxicos, los cuales no podemos percibir. La gravedad está en que los científicos vienen advirtiendo un incremento en los índices de mortalidad, así como también de las enfermedades complejas como cáncer, diabetes, entre otras; debido en una parte a la forma de alimentación actual y el consumo de productos agrícolas contaminados.
Ante este panorama, se requiere urgente entender que debemos tener una simbiosis permanente entre campo y ciudad, ya que ambos pueden tener problemas mutuos los cuales deben tener soluciones conjuntas e integrales. Un mecanismo que ha venido ayudando a construir otra relación más acorde y equilibrada para todos, ha sido la implementación y construcción de procesos de agroecología en algunos sectores rurales en Latinoamérica, especialmente en el sector periurbano. Pero esto acompañado del desarrollo de mercados solidarios con precios justos en las ciudades mediante ferias barriales, nodos de consumo, entre otros; los cuales permiten reducir los intermediarios y tener una relación necesaria entre productor y consumidor, rompiendo con el simple proceso mercantil e incorporando componentes éticos.
La agroecología según la FAO es un “un conjunto de prácticas y un movimiento social” donde se busca la promoción de la parte agrícola, conservando los recursos naturales elementales de la producción de alimentos tales como el suelo, agua y biodiversidad. Pero, además, genera y promueve la “justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales” ya que son los mismos agricultores familiares, o los llamados campesinos, que poseen conocimientos ancestrales permitiéndoles tener propiedad en el tema. Sin embargo, se puede potenciar con los conocimientos científicos que se generen en las universidades e instituciones públicas, así como también con la interacción de las organizaciones civiles y ciudadanas interesadas en comer sanamente y proteger la naturaleza, tejiendo una simbiosis que beneficiaran tanto al campo como a las mismas ciudades.
Bucaramanga y su área metropolitana tienen todo un papel por desarrollar en este sentido, tanto en sus tres corregimientos, como del mismo sector de Soto Norte, región en la que está el Páramo de Santurbán y debemos integrar a nuestra ciudad. Esto mediante la construcción y generación de una política pública que fomente la agricultura familiar, junto con un rol preponderante de las respectivas instituciones municipales encargadas que puedan aportar, acompañándose de un diálogo y organización entre comunidades campesinas y organizaciones ciudadanas, así como también, de la construcción de programas y proyectos que vayan en esta vía donde se desarrollen mercados solidarios en todos los barrios, en lo cual las famosas tiendas pueden aportar. Generando, además, un cambio en la subjetividad que modifique el consumo de sus habitantes y despertando la conciencia social, lo cual beneficiara la salud publica al reducir los terribles índices que ya conocemos, pero, además, generando circuitos socioeconómicos sustentables con la tierra y la naturaleza en general. Es hora de comenzar en esta dirección, varias ciudades sudamericanas ya lo están haciendo.
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