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Lucila tiene 67 años y recuerda como su niñez fue forjada en el campo colombiano, sin embargo, con el evidente abandono estatal de siempre, tuvo que emigrar a la ciudad, donde desde hace 40 años subsiste en el día a día ante la precariedad del mercado laboral por medio de un puesto callejero, en el cual a punta de gaseosas, tintos y cigarrillos ha logrado cada día tener lo de su arriendo y comida.
Juan es un campesino quien a sus 50 años se nota cansado de labrar la tierra, sus últimas cosechas han sido un evidente fracaso, y actualmente está afectado por los intereses de los créditos agrarios que ha adquirido, pero además, por los especuladores que transitan su tierra quienes son los únicos que le han comprado sus productos al precio que impongan, igualmente es casi imposible acceder a su pequeña parcela por el estado de las vías; mientras tanto, su vida transita en medio de la precariedad y pobreza, como gran parte de su familia.
Luis es un abogado y actualmente tiene dos hijos, logró a punta de mucho esfuerzo convertirse en un profesional, pero al no conseguir trabajo decidió ejercer su trabajo de forma independiente llevando algunos casos de sus amigos, logrando hasta el momento llevar unos ingresos que le han permitido sobrevivir a él y a su familia. Sin embargo, su frustración son sus bajos ingresos, los cuales no alcanzan para todos los gastos, y más aún, sufre un golpe duro cada vez que se cierran los juzgados por alguna razón.
Las tres historias anteriores parecieran inspiradoras, sin embargo, son realmente la única forma de sobrevivencia de más del 50% de la población colombiana que no accede al empleo formal, ya que, ante la precariedad del mercado laboral y sus problemas estructurales hacen parte de esta economía popular, la cual hoy está en máximo riesgo con la pandemia del Covid-19. Un día sin producir para esta población puede poner en alto riesgo la reproducción de sus vidas, y probablemente no tendrán como pasar una cuarentena adecuada, incubando una nueva catástrofe social de no actuar.
Esto debería encender las alarmas y llevar a actuar al Gobierno Nacional, como también a gobernadores y alcaldes; quienes deben tomar medidas urgentes y reales que permitan sobrellevar la graves consecuencias sociales y económicas que se avecinan para todos los sectores, tanto el público, privado y popular, es especial este último que es el mayoritario en Colombia. Los efectos de esta pandemia en nuestros países traerán dolor y penurias en la población más necesitada, requiriéndose actuar inmediatamente, así mismo, será necesario activar de parte de toda la población elementos vitales como la solidaridad y empatía con el otro, nuestro sentido de humanidad estará a prueba.
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