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El debate desarrollado esta semana en la Cámara de Representantes sobre el Páramo de Santurbán por cuenta del boyacense Cesar Pachón, quien representa a Boyacá y paradójicamente no hace parte de los siete corporados que tiene Santander, volvió a ocupar la primera plana del país al evidenciarse el rechazo unánime a este genocidio ambiental, y ya no solo de los santandereanos, sino también, de todo el país que comienza a entender que esto puede ser la puerta para una futura explotación a cualquier ecosistema en Colombia. Esto sin duda ha encendido las alarmas y ha llevado a un movimiento nacional sin precedentes, el cual ya es inocultable hasta para el mismo presidente Iván Duque, quien ante la presión intento desligarse de este justo reclamo bajo el argumento que el proceso no fue dado durante su gobierno, sin entender que, en sus manos, y en la de la autoridad ambiental del Anla, está el cierre para siempre a la megaminería.
Más allá de ello, algo sorprendente es la nueva estrategia de la corrupta multinacional Minesa quienes hasta hace un año fueron descubiertos cuando intentaban deslegitimar a todos los que se oponían a sus proyectos, cambiado ahora al trasnochado y mentiroso mantra de que, ante la crisis económica, por cuenta del coronavirus, la minería es esencial. Nada más alejado de la realidad tiene este nefasto proyecto, que de por cierto tiene la peor imagen en Santander y Colombia, y del que también se han revelado las pobres cifras económicas, o más bien migajas que recibiría la nación en relación a sus regalías las cuales no alcanzarían ni el 5% del total ganado por esta trasnacional, tal como lo denunció el líder Emiro Arias. Esto sin contar, además, con los efectos medioambientales que pueden ser medidos con un análisis de la huella ecológica en un frágil ecosistema, y los dos millones de santandereanos que se quedaran sin agua.
Ante esto nos corresponde estar más alertas que nunca en un país donde la producción de rentas extraordinarias, tanto de minería como de petróleo, no ha traído sino ruina, miseria y hambre a las regiones aledañas donde se asientan este tipo de proyectos. Actualmente no existe un solo municipio en Colombia donde se hubiese desarrollado la minería, y sea ejemplo de “desarrollo” para el resto del país. Además, tampoco es cierto que esto aportara a la reactivación económica, ya que las actividades extractivas o primarias no son generadoras de valor, ni de empleo en el mediano y largo plazo, cuestión contraria al sector agrícola y manufacturero.
La avanzada de Minesa comprando conciencias y políticos de turno, no se puede subestimar con los millones de dólares invertidos. Por ello se requiere avanzar, desde todos los sectores que nos oponemos a este nefasto proyecto, en una verdadera propuesta socioeconómica que integre bajo el concepto de postdesarrollo, a toda la región de Soto Norte y el Área Metropolitana de Bucaramanga en un circuito virtuoso y armónico donde estén presentes estrategias de corto, mediano y largo plazo. Al respecto, un paso importante es la responsabilidad social de la ciudad de Bucaramanga con dicho territorio, la cual ha desarrollado el Alcalde Juan Carlos Cárdenas con la empresa del Acueducto Metropolitano para la inversión social en dicha zona, que es algo vital y necesario, faltando el verdadero compromiso del gobernador actual, lo cual se ve lejano.
Otra verdadera estrategia para la reactivación económica de Santander, y de esta hermosa región de Soto Norte, es convertirla junto con los 3 corregimientos de Bucaramanga, en el gran nodo agroecológico para el Área metropolitana, el cual, bajo el desarrollo de un programa estatal dirigido hacia la mitigación del hambre en la región, sean los proveedores principales estableciendo circuitos autosustentables y beneficiosos con el medio ambiente. Esto, más la responsabilidad social, y la presencia estatal, es lo que realmente sirve en estos frágiles ecosistemas del Páramo de Santurbán y sus zonas aledañas. Son tiempos de lucha que deben hacer unirnos sin dejar de aflojar un solo instante, recordando que en Santander ya dijimos: “No a la megaminería, fuera Minesa”.
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