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La crisis que viven actualmente los cultivadores de papa en Colombia es similar a la que han vivido en los últimos tiempos gran parte de todos los pequeños y medianos cultivadores del país, este panorama es igual en todos los sectores productivos y manufactureros, quienes también cada día pierden mayor capacidad productiva con un deterioro de sus industrias. Pero gran parte de esta hecatombe que vivimos en tiempos actuales, y que se acelerado con la pandemia, vino con la gran publicitada apertura económica en los años 90 por parte de los “pseudo- gobernantes”, quienes ingenuamente, o tal vez premeditadamente con oscuros intereses, con los llamados tratados de libre comercio olvidaron las desigualdades estructurales que teníamos en términos y condiciones, vendiéndonos la idea que solo así seriamos “desarrollados”.
Y es ingenuo porque todo tratado de comercio debe ser reciproco teniendo en cuenta las condiciones no solo de igualdad, sino de equidad, ya que si de competir se trata nada tiene que hacer Colombia, país que actualmente tiene más de 17 TLC firmados, con respecto a países como Estados Unidos y los de la Unión Europea, los cuales siguen subsidiando su agricultura e industrias en tasas que muchos podría llamar de países comunistas y “castrochavistas”, como suelen señalar cualquier cosa que no les quepan en la mente algunos opinadores.
La realidad supera la ficción dice el dicho popular, y es por ello que cuando nos hablan de los países ejemplares del libre mercado encontramos contradicciones, como que la mayor parte de su economía es manejada y controlada por el mismo estado, a diferencia de Colombia que sigue creyendo en que planificar, intervenir y guiar las políticas económicas hacia el fortalecimiento de la producción y el consumo de lo local, dándole prioridad a lo nacional sobre lo extranjero es nefasto, pero que realmente solo ha alentado los monopolios y oligopolios en detrimento de todo mediano y pequeño productor. Y si de esto aún queda duda, es solo ver las ayudas nacionales que han tenido estos últimos para poder encontrar respuestas.
Por ello, la crisis de los paperos es algo lamentable, y que, si bien debe generarnos mucha empatía y solidaridad para ayudarlos, también debe hacernos preguntar hacia dónde va Colombia, y más aún en tiempos de crisis donde ha quedado demostrado que los mecanismos establecidos de política social y económica simplemente hicieron “agua”. Esto sumado a un gobierno nacional desconectado de la realidad de las regiones, e inmerso en unas burbujas desdé Bogotá, donde son los alcaldes en los territorios, junto con sus ciudadanos, los pequeños y medianos productores, los movimientos sociales, entre otros; quienes intentan hacer mil maromas para paliar el terrible momento.
La crisis de la que nadie quiere hablar no es solamente generada por la pandemia, sino por el rumbo social y económico que lleva el país, y del cual hasta el mismo exministro Rudolf Hommes ya señalo. Ante esto, no queda más sino la organización social, la politización del consumo y de la producción entendiendo que desde los mismos territorios debemos encontrarnos con vecinos, campesinos, pequeños y medianos productores estableciendo grandes redes de conciencia social, de solidaridad y de trabajo conjunto, pero también, que esta organización debe ser el camino para exigir un cambio en la nefasta política social y económica de Colombia que nos está llevando al colapso, hacernos los desentendidos nos sale muy caro.
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