Columna de la semana

Lo común entre Arias, Martínez y Santrich

Por: Pedro Ángel Quintero Tirado
Correo: Pangelquinteroab@gmail.com
              
 

 

Tres nombres generan atención en Colombia en los últimos días, Jesús Santrich exlíder del extinto grupo de las Farc y actualmente sindicado de narcotráfico después de los acuerdos de paz, Andrés Felipe Arias exministro ya condenado por desviación de recursos del estado hacia las familias más pudientes del país, y Néstor Humberto Martínez exfiscal vinculado con Odebrecht, el cual en algún momento será condenado porque las pruebas son cada día más contundentes. Bajo ellos y sus casos se ha despertado una ola de indignación mediática, de apoyos y debates que más allá de esto debería llamarnos a la reflexión sobre cómo se está construyendo país.

Cada uno tiene sus defensores a ultranza, así como un discurso mecanizado para justificar sus acciones, y ni que decir de sus tribunas para la condena pública; sin embargo, más allá de este show mediático y perverso deberíamos ver otra arista del problema: el que “no todo tiene justificación”, porque bajo este paradigma en la historia de la humanidad fueron destruidas y arrasadas de la faz de la tierra miles de personas, justificando hasta lo más perverso. Basta recordar como los planteamientos de Locke fueron utilizados para exterminar millones de indígenas en lo que hoy es Estados Unidos, o como en nombre del nuevo mundo se generaron dos guerras mundiales.

Lo anterior va en camino de poder entender que la sociedad colombiana enfrenta el peligro que estos comportamientos “mafiosos” pueden volverse comunes, sin importar las consecuencias de que en cualquier momento se justifique la muerte, la corrupción, la desigualdad y todos los males que ya conocemos de primera mano. Por ello compete un rechazo absoluto a estos tres casos, los cuales son los mismos con las mismas.

Mientras esto sucede, pasan desapercibidos problemas gravísimos para Colombia como la disparada espiral de violencia y muertes en Colombia, los crímenes sistemáticos, la falta de tolerancia y sus consecuencias, el descenso de la producción en el campo, la crisis de la salud o el problema del desempleo que está en dos cifras.

Es por ello que rechazar estos comportamientos es el deber de todas y todos los colombianos, entendiendo que en una sociedad tan diversa como la nuestra debemos aprender a incluir y llegar a acuerdos en medio de la diferencia, pero respetando la palabra y una ética de la vida; como por ejemplo lo han hecho tanto Rodrigo Londoño excomandante de las Farc y máximo líder de este movimiento que causo gran daño a Colombia, como el mismo Diego Palacio exministro poderoso en el uribismo quien ha aceptado sus delitos y se ha sometido a la JEP. Todo esto es necesario si estamos hablando del futuro de un país llamado Colombia, donde no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se intenta justificar lo injustificable.