Columna de la semana

O nos unimos, o nos hundimos

Por: Pedro Ángel Quintero Tirado
Correo: Pangelquinteroab@gmail.com
 
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José es un campesino que, durante 50 años de su vida y siguiendo el ejemplo de sus ancestros, comprende la importancia de que exista una simbiosis con la tierra junto con la necesaria relación armónica que debe tener el hombre con la naturaleza, además, está feliz de ser parte de ello. Sin embargo, no todo es color de rosa, su cara denota cansancio y frustración ante la precariedad de su vida misma por cuenta de la pobreza y el abandono estatal de siempre, algo que se ha agravado con la aparición de la pandemia conllevado a una reducción drástica de sus exiguos ingresos, quienes ante las dificultades logísticas y de distribución, y ahora sumado a un contexto económico desfavorable, no les queda otra forma sino colocarse en manos de los intermediadores, o de lo que dicte el mercado frente a su producción.

Blanca aprendió el milenario oficio de hacer zapatos desde niña, ella junto a su familia forjaron su vida en torno a este milenario oficio que les ha dado el sustento durante muchos años, no obstante, con la pandemia su sector entro en una grave crisis económica debido a la poca demanda, pero también a la imposibilidad de abrir sus talleres debido a las restricciones establecidas para evitar la propagación del Covid-19. La angustia se apodera de ella y su familia ante las deudas contraídas por los bancos, quienes no han dado tregua y siguen acosando por todos los medios posibles, sumándose, además, que ante la precariedad y disminución de sus ingresos el hambre comienza a asomar.

Marcos y Luisa tienen más de 65 años, y ante la imposibilidad de lograr una pensión, lograron con mucho esfuerzo forjar en su barrio una famosa “tienda” la cual ha logrado sostener durante años su familia. Pero al igual que los dos casos anteriores, antes de la aparición de la pandemia ya venían enfrentando la competencia desigual e injusta frente a las grandes cadenas de supermercados, como los famosos Justo y Bueno, D1, Ara, entre otros. Hoy son parte primordial para el sustento y la provisión de bienes en su barrio, ya que, ante la reducción de ingresos de sus habitantes, en la gran mayoría de estos establecimientos de la economía popular se ofrece el famoso crédito barrial o “fiado”, el cual ha venido creciendo y está colocando en riesgo la sostenibilidad de sus establecimientos, la angustia y preocupación también es visible para todas y todos.

Lo anterior, son solo tres casos de lo que hoy se vive en Colombia, un país de pequeños productores, quienes son los que realmente generan el empleo y producción, los cuales han sido señalados por algunos economistas y sectores de la sociedad civil como un estorbo para el desarrollo del país. Ellos son parte de la llamada economía popular que busca la reproducción de sus vidas en un contexto donde esta presente la precariedad y la falta de acceso a recursos de todo tipo, desde lo financiero, tecnológico, institucional, lo cual si esta está disponible para las grandes empresas, colocando actualmente en jaque sus trabajos y su sobrevivencia. Paradójicamente, es esta economía popular la que en medio de la crisis hoy tiene el potencial real de generar circuitos desde lo local, donde con altas dosis de organización, solidaridad y reciprocidad pueden aportar a la seguridad alimentaria, la producción local y la generación de empleo.

No obstante, esto solo será posible si se establecen mecanismos de organización real entre los mismos miembros de esta economía popular, y los habitantes del territorio a través de la asociatividad donde esté presente lo social y solidario. Elementos poderosos como la autogestión desde los mismos trabajadores, junto a las organizaciones sociales y comunitarias, cooperativas, asociaciones y pequeños productores, utilizando recursos como el trueque, los bancos de horas, las monedas sociales, la conciencia sobre lo que compramos y consumimos, así como la formación redes de apoyo y solidaridad mutua donde confluya lo social y económico, son un camino que realmente ayudara a amortiguar esta crisis sin precedentes. La hecatombe que vivimos no da espera y apenas comienza, todas y todos debemos ser parte de esto desde nuestra posición, o nos unimos o nos hundimos.

 

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