Con la prácticamente apertura económica que se dio en Colombia a partir del 1 de septiembre, se ha comenzado una fase incierta en el país por cuenta de la pandemia que aún no ha pasado, y que, en algunas ciudades, como por ejemplo Bucaramanga, el temido pico no ha llegado; al respecto el sector de la salud ante esto viene haciendo intensos llamados de alerta a todos sobre su posible colapso. Además, es evidente la incertidumbre de miles de colombianos, los cuales han tomado sus propias medidas de aislamiento en todos los sentidos, a tal punto que no sorprendió con los últimos datos entregados por el Dane sobre el empleo de Colombia, el crecimiento de los llamados Inactivos, es decir personas que no les interesa entrar en el mercado laboral; no obstante este último indicador también esconde el hecho de que en su gran mayoría las mujeres han tenido que hacerse cargo del cuidado doméstico, teniendo un gran desventaja de género.

Es claro que ante este panorama no estamos hablando de superar cualquier crisis económica vista en la humanidad, ni cerca está de parecerse a de 1929, o la última vivida en el 2008. Este es un evento único en la sociedad actual, que ha mostrado el problema de seguir tolerando las inequidades y falencias de los sistemas sociales y económicos establecidos, pero que, además, tiene un componente fuerte como es la incertidumbre, que de por sí, ha llegado a cambiar los patrones de producción, distribución, comercialización y consumo; y también ha puesto en la palestra la importancia de la responsabilidad social, ambiental y la ética de la vida. Por ello, cada medida establecida para una supuesta reactivación económica debe partir de esa base.

Además de lo anteriormente descrito, especialistas estadísticos en Colombia como Yamil Cure, afirman que esta pandemia podría estar oscilando en cerca de 36 meses a partir del caso 0 detectado el 26 de febrero del presente año, es decir, que probablemente estamos a 29.7 meses de superar esta pandemia, a no ser que resulte una vacuna real, cuestión que hasta el momento solo ha sido simplemente anuncios.

Ante semejante panorama, se debe tener en cuenta que probablemente mientras dure esta pandemia cualquier tipo de medidas establecidas no impactarán en los resultados esperados, un ejemplo de ello es que a pesar de que se estimule un necesario regreso al Keynesianismo puro, que es donde el estado tiene un rol preponderante, este no será suficiente debido a esta variable de la incertidumbre. Por lo cual, la única forma de contener en cierta parte los efectos de la pandemia será comenzar a entender la economía desde otra visión y perspectiva, involucrando lo social y político y colectivizando la mayor parte de sus procesos, tal como lo propusieron Karl Polanyi y Castell. Esto significa superar los paradigmas establecidos por Smith, y que al día de hoy están presentes, acerca de que una sociedad florece por los actos de interés individual, cuestión que ha quedado en entre dicho.

Avanzar hacia la reactivación no será posible del todo en estas nuevas condiciones, sin embargo si será posible plantear nuevas estrategias y fines de la economía si se deja a un lado la búsqueda del simple crecimiento económico como número, o de la tasa de ganancia como único punto de llegada, por otros fines inmediatos como buscar tener territorios sin hambre, mejorar la sostenibilidad ambiental de las ciudades y del campo colombiano, fortalecer los sistemas educativos y de salud, cambiar los patrones a producción limpia, consumo responsable y precios justos, fortalecer la economía popular, los pequeños productores, entre otros; y en especial fortalecer las redes de ayuda mutua desde lo local, donde principios como la reciprocidad y la confianza mutua de todos los sujetos permitan avanzar en nuevas relaciones económicas. En un ambiente tremendamente signado por la incertidumbre y la angustia, hablar de reactivar la economía debe hacerse con sumo cuidado.

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