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Que las últimas masacres en Colombia hubiesen sido en su gran mayoría jóvenes por el conflicto armado, incluyendo los muertos en la capital por cuenta de una institución civil que requiere de una reforma profunda; debe llamarnos a todos a hacer un alto en el camino, ya que estamos yendo hacía una sociedad que desprecia la vida, y tolera la muerte. En especial, por parte de quienes actualmente nos gobiernan y siguen mandando los mensajes equivocados a la sociedad en general.
Desafortunadamente estos terribles tiempos y retrocesos para Colombia eran previsibles, ya que, con la llegada del actual gobierno nacional, el cual sigue viendo la paz como una amenaza a su mejor estrategia electoral a través del miedo, se está llevando el anhelo de una sociedad que pide a gritos urgentes reformas sociales, las cuales fueron visibilizadas, aún más, con la pandemia. Hoy Colombia está poco a poco siendo un territorio de odio y guerra constante, donde son los ciudadanos de a pie quienes realmente sufren las consecuencias.
Así mismo, la dispersión del valioso arco social y político en el país que le apuesta a la paz como proceso integral y amplio, representando en movimientos sociales y ciudadanos, junto con algunos partidos nuevos y tradicionales, ha permitido el cinismo de algunos al intentar buscar factores externos a esta hecatombe de muerte que estamos viviendo, sin entender, por ejemplo, que uno de los grupos más afectados con la pandemia y con la guerra, son precisamente los jóvenes, esos mismos que siguen siendo señalados como terroristas, cuando la estadísticas actualmente demuestran su abandono y miseria.
Igualmente es grave que además en estas terribles muertes, algunas importantes instituciones civiles estén perdiendo la legitimidad y siendo cómplices de las masacres. Al respecto, voces como las de Humberto de la Calle, y cientos de lideresas y líderes, pidiendo serias reformas sociales, en especial a los cuerpos de seguridad, es más que necesario. Colombia no puede seguir dándosele el lujo de seguir permitiendo ser un país donde reine el miedo.
Finalmente, que sean los ciudadanos que reclaman sus derechos los que colocan los muertos, debe ser un campanazo de máxima alerta para el país en conjunto, ya que son ellos los que deben liderar el cambio, mas no ser los partícipes de estas desgracias. Nos encontramos en un momento complejo que debe volver a unir a todos aquellos que no nos vemos representando en el actual gobierno, es decir, la formación desde ya, del llamado bloque Pro-Paz. Este debe ser amplio y diverso, convirtiéndose en un movimiento nacional que le apueste a la paz como su verdadero fin, si seguimos siendo un territorio lleno de guerra difícilmente avanzaremos en las necesarias reformas sociales, sin paz en Colombia no habrá nada.
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