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La protección de la vida de todas y todos está consignada en la constitución de 1991 siendo este el principal fin del estado colombiano, sin embargo, pareciera que esto solo fuese una utopía o letra muerta como se afirma popularmente, debido a que las estadísticas de muertes en el país siguen disparadas de una forma alarmante, y peor aún, también pareciera que se hace normal para sus habitantes.
El mes pasado en junio del 2109, tan solo en un fin de semana feriado ocurrieron casi 70 muertes y más de 400 heridos en accidentes que involucraron vehículos y peatones, es decir accidentes viales, y en muertes violentas la cifra estuvo en más de 30 personas en todo el país. Sumando tan solo estas dos fuentes tendríamos casi 100 personas muertas y cientos de heridos en unos pocos días, algo que debería escandalizar y paralizar a cualquier sociedad que mínimamente quiera vivir en paz.
Lo anterior muestra varias aristas una de ellas es que tristemente, y de lo que personalmente me niego a aceptar, hemos internalizado la muerte como parte de la sociedad colombiana la cual aún no sale de las secuelas de un conflicto de más de 50 años. La segunda es que esta violencia es necesaria para los intereses económicos que mueve el país, ya que beneficia actores políticos, económicos y militares infundiendo miedo y “disciplinando” la sociedad, no por menos la muerte de los líderes sociales hoy es pan diario, y sin que aun hubiésemos podido hacer un contundente paro nacional que manifieste nuestra indignación.
Es por ello que, si la sociedad colombiana quiere avanzar realmente a una era de paz, debe abrasar con fervor y sin condiciones el derecho a la vida como articulador de todo, donde el famoso lema del profesor Mockus que reza: “la vida es sagrada” articule todo tipo de políticas, y a partir de ella indignarnos por cualquier muerte, tomarnos las calles y exigir que absolutamente ninguna muerte tiene justificación, salvo las que sean después de haber tenido una vida digna.
Nos compete a todas y todos indignarnos, exigir y no callar; no podemos seguir siendo un país de “salvajes” donde la muerte ronda en cada esquina y a cada momento, donde la indiferencia alimenta la desigualdad haciendo una sociedad que no tendrá ningún futuro, la defensa de la vida en todas sus dimensiones debe ser lo que guíe esta utopía colombiana de algún día vivir en paz.
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