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Si podemos hacer un ejercicio y mirar el porcentaje de cubrimiento en todos los espacios con respecto a Venezuela, seguramente el giro mediático y subjetivo con relación a este no sorprenderá, horas enteras sobre un show y espectáculo que fortalece a dos protagonistas en todos los aspectos, estos son: Duque y Maduro. A ambos les aumenta su paupérrima popularidad en sus respectivas huestes, así mismo envía un mensaje de independencia política cuando son manejados por terceras personas, evaden responsabilidades nacionales con sus coterráneos, y crean incertidumbre y más miedo entre sus habitantes facilitando la toma de decisiones unilaterales y déspotas; es por ello que ambos se necesitan. Romper con este cerco mediático, y además peligroso por las posturas belicistas, no es fácil en un momento que surgen pasiones y sentimientos guerreristas, donde se deja entrever la estrategia que Noam Chomsky manifiesta en las 10 estrategias de manipulación mediática y que describe perfectamente. Además, cabe aclarar que los gobiernos colombianos nunca han tenido nada de humanitario, ya que la migración de más de un millón de compatriotas venezolanos, dada la crisis de su respectivo país, se ha dado en masa debido al centralismo de Bogotá y el abandono de sus fronteras, las cuales han estado desamparadas a su suerte al creer que la presencia de este es solo con fuerza militar, lo cual ni siquiera ha alcanzado. No por menos los sitios donde se acentúa con mayor fuerza los problemas son los limítrofes o fronterizos, casos como: Arauca, Choco, Guajira, Cúcuta, entre otros, son un ejemplo de esto.
Sin embargo, al acordarnos que nuestro país se llama Colombia se encuentran las causas de este show, que van desde el controvertido Plan Nacional de Desarrollo (carta de navegación para los próximos 4 años), lleno de vacíos, inconsistencias, y famosos “orangutanes” que ponen en riesgo los procesos de paz, y los exiguos procesos de descentralización al quitar recursos valiosísimos para los departamentos, hasta poner en duda la institucionalidad vigente a su acomodo como el caso de la JEP.
En el plano ético es aún más delicado al desviar la atención del caso
Odebrecht
y el cuestionado fiscal, el asesinato de líderes sociales, las implicaciones nacionales de Hidrouitango y sus manejos financieros que tendrán impacto en los bolsillos colombianos (ya lo dijo el ministro Carrasquilla con su vaquita). Pasando también por el anuncio de revivir el deplorable fracking, junto con las emergencias ambientales de Medellín y Bogotá, y ni que decir de la tasa de informalidad de un país que está en más del 60% y su base de sobrevivencia que es la economía popular que sigue siendo perseguida.
Es por ello que dada la delicada agenda colombiana de problemas estructurales y coyunturales se ha establecido un libreto que beneficia a ambos presidentes, complejizando otras miradas hacia los problemas que nos atañen llevándonos al dualismo rampante de ser catalogados de “derecha” o “izquierda” ante cualquier mirada alternativa; la pregunta sería: ¿Que hacer para romper este cerco? Y en este sentido el reto es enorme requiriéndose que gran parte de la sociedad, que esta hastiada de esto, un esfuerzo en procesos de unidad en todas las esferas: político, económico, social y académico, generando dinámicas de reflexión, pensamiento crítico y acción social de base territorial, todo esto enmarcado en una referencia de respeto por la vida y una ética del bien común, tal como afirma Hinkelammert; y no sin antes reconocer que esto puede tener tensiones y contradicciones.
Es urgente detener esta parafernalia de la cual no sabremos que nos deparara al seguir este camino, y que requiere entender que no todo es Venezuela, también existe un país llamado Colombia que sufre y espera de todos aquellos que podamos aportartemos una mirada alternativa que genere soluciones, y algo de certezas en un momento de desprecio por la vida, y la manipulación de las causas nobles y humanitarias.
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