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Cada vez es más común la referencia a buscar un “desarrollo” de las ciudades por parte de su gobernantes y habitantes, lo cual termina basándose y ponderándose en el avance de las estructuras, o en lo que popularmente llamamos obras de cemento. Un caso de ello ha sido Bucaramanga, la cual algunos denominan como “la pequeña Manhattan” al analizar su trasformación vertiginosa e invasiva en los últimos 30 años con relación a sus construcciones.
Esto nos muestra que las alternativas a una visión de ciudad, y de sus procesos sociales y económicos siguen enclaustrados por los expertos bajo la utopía de el “desarrollismo”, este entendido según Dos santos: “como una adopción de normas de conductas, actitudes y valores identificados con la racionalidad económica moderna, caracterizada por la búsqueda de la productividad máxima, la generación de ganancias y la creación de inversiones que llevasen a la acumulación permanente de las riquezas por parte de los individuos y, en consecuencia, de cada sociedad nacional”. Los resultados de esta búsqueda son nefastos para nuestras sociedades: aumento de la desigualdad, destrucción de la naturaleza, destrucción de economías locales y tradicionales, individualización de las sociedades, satanización de las economías populares, entre otros.
Romper con estas concepciones desarrollistas no es fácil, ya que como lo afirma Arturo Escobar este se ha internalizado en el pensamiento de sus ciudadanos y gobernantes como la única salida los problemas, donde los llamados “expertos” toman decisiones unilaterales que terminan afectando al conjunto de sus habitantes.
Es por ello que, en este año con diferentes desequilibrios sociales y naturales, además de ser un año electoral, se requiere pensar las ciudades y municipios de una forma alternativa como parte de un ecosistema que pase de centrar sus pensamientos no solo en acciones “desarrollistas”, sino también en otras visiones de ciudad donde se pueda tener un balance con nuestro entorno, con nuestra naturaleza, y se eviten procesos de segregación y gentrificación. En ello radica la importancia del aporte de los movimientos sociales, ciudadanos, ambientales, feministas, y académicos, en dar otras visiones y soluciones para los problemas que nos atañen y que no tienen una única solución o mirada, sino diferentes alternativas.
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