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La magnitud de los nuevos sucesos no se ha dimensionado, muchos juegan con una guerra que solo están dispuestos a jugar en su imaginario. Esto en tanto el verdadero presidente (que no es Duque), se frota las manos utilizando infamemente la tragedia de los policías muertos para pregonar el "fracaso" de la paz e imponer nuevamente su famosa seguridad democrática; y por otro lado los cavernícolas del ELN para posici onarse como la nueva "FARC" y tener más dominio en sus zonas de influencia. Mientras, en ese ir y venir los únicos que ponen y pondrán los muertos serán nuevamente el pueblo colombiano: líderes sociales, jóvenes, policías, profesores, etc.
Y sumado a esto taparan las sublevaciones de miles de colombianos que entendieron perfectamente que de esta desidia y corrupción se alimenta el conflicto. Es por ello que los amigos de la guerra se necesitan mutuamente, para subjetivar en el colombiano promedio que requerimos de los fusiles y del odio hacia nosotros mismos como mecanismo de cohesión de nuestras sociedades.
Estos tiempos de guerra que se avecinan nos ponen a prueba, en un constante bombardeo de información e indignación, para tener un análisis profundo de cada hecho y movilizarnos rechazando tanto los unos como los otros. No podemos seguir siendo un país cavernario en Sudamérica, cada muerte debe importar como si fuera propia. Por ello la premisa básica para superar esta nueva etapa, es el respeto por la vida plena de cada colombiano, y sobre este último es que toda acción debe ser pensada.
Se requieren tiempos de solidaridad, construcción conjunta, unidad y empatía en estos tiempos oscuros que nos afectan a todos.
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