Si algo ha quedado claro durante esta pandemia del coronavirus, es la existencia de las necesidades vitales finitas que hacen posible la vida y son prioritarias para garantizar los derechos de todas y todos los ciudadanos, las cuales en su momento teorizo el brillante profesor Manfred Max-Neef, por encima del deseo, el cual es infinito y base del consumismo aforado y depredador de nuestro sistema social y económico vigente, que ha conllevado a la destrucción de nuestro planeta.
Una de estas necesidades básicas vitales que ha sido reconocida con más ahínco durante esta pandemia ha sido la alimentación sana y balanceada, pero también la necesidad de que estos alimentos tengan una producción limpia y agroecológica, donde además haya un reconocimiento real y verdadero a las miles de familias campesinas, verdaderos héroes durante esta Pandemia, que hacen posible este trabajo.
Ante esto, en Sudamérica han surgido organizaciones sociales y campesinas que han entendido la necesidad de fortalecer la agricultura familiar y la producción agroecológica, esta última como contraparte y rechazo a la destrucción actual de la tierra que ha tenido el uso de agrotóxicos y agroquímicos, conllevando a generar circuitos de producción limpia, pero además sistemas solidarios de distribución donde está presente una relación directa del productor al consumidor, y donde se tiene en cuenta la construcción de precios justos para las y los campesinos.
Ante esta crisis desatada por el coronavirus, y las inequidades reveladas por el sistema económico actual, Colombia tiene una oportunidad de generar nuevas dinámicas sociales y económicas con el fortalecimiento de la agricultura familiar, en especial en los periurbanos de las ciudades, los cuales permitirán tener otro tipo de relaciones sociales y económicas que beneficiarán al campo, y a la ciudad misma.
Estos circuitos estimulados e implementados en las ciudades podrían ayudar a reactivar la economía si se integran con productores locales de las mismas ciudades y sus territorios, es decir integradas con tiendas, microempresas y cooperativas de confecciones y calzado, joyerías, restaurantes, entre otros; en una relación solidaria y cooperativa que permita tener un intercambio económico simétrico, pero que la vez construya y fortalezca los ecosistemas locales y las redes solidarias. Aquí hay una real oportunidad para hacer otra economía y
y construir una sociedad más justa y solidaria.
|