Los economistas que dirigen los gobiernos locales en Colombia buscan la manera de hacer ver como un mal anacrónico la mal llamada “informalidad”, esto sin tomar en cuenta que asistimos al fin de la sociedad salarial tal como lo afirmaba Castel, lo cual ha generado miles de desempleados en el país, surgiendo por ello formas y alternativas de supervivencia que están basadas en el llamado “rebusque”, “ventas ambulantes”, entre otros.
Sin embargo, el Papa Francisco ha arropado desde sus encíclicas a este gran porcentaje de la población excluida que basa su sustento en el trabajo, exhortando a un cambio de paradigma en la sociedad y apoyando los movimientos sociales y populares que buscan su reconocimiento, no bajo el nombre despectivo comúnmente utilizado de “informales” sino como trabajadores de la economía popular, ya que su fin no es otro sino la reproducción de sus vidas en una sociedad que cada vez es más excluyente
Desde esta perspectiva, Colombia debería dejarse de lamentarse por este problema de “informalidad” que abarca casi el 50% de nuestra economía, entendiendo que el tal efecto derrame por el crecimiento económico realmente no existe, requiriéndose abrazar el sector de la economía popular para potenciarlo y darle acceso a los derechos que debe tener cualquier trabajador.
Ejemplo de esta lucha existen en Argentina con la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), o en Colombia con las sentencias de la Corte Suprema y la defensa acérrima de los trabajadores de este sector que ha hecho el representante a la Cámara de Bogotá Inti Asprilla, entre otros; y que han dado luces a estos “expertos” de que este sector de la economía popular puede convertirse en un dinamizador de la sociedad colombiana si el estado la reconoce, y logra articularla en los circuitos económicos.
Hay una potencialidad que no se quiere ver, no de otra manera se podría explicar que cientos de generaciones colombianas hubiesen surgido mediante esta, y por ello una clave para potenciar este sector, que es la economía popular, es que debe pasar a transformarse en social y solidaria, bajo el apoyo de políticas públicas con enfoque territorial que permitan convertir el llamado “problema”, en un dinamizador de las alicaídas economías locales.
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